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sábado, 23 de julio de 2016

La bota deliberativa Por @LeoMoralesP


Por Leonardo Morales


La hamaca se mueve sin cesar, va y viene, no para hasta que la fuerza que la impulsó se desvanece. Ésta se moverá ante una nueva inyección de energía de lo contrario permanecerá inmóvil pero aun cuando se le imprima un nuevo impulso sus movimientos, de un lado a otro, se suscitarán en el mismo lugar.

Exactamente igual anda la realidad política, social y económica de Venezuela. Las cosas se mueven pero no cambian; las colas por bienes esenciales no disminuyen, los ministros se dan tiempo para superar las dificultades sin cumplir con sus ofrecimientos, la escasez domina el acontecer. El presidente mueve fichas, humilla a sus ministros. Todo se mueve pero nada pasa. Paradojas de estas latitudes.

La oposición ejerce su derecho al querer invocar un referendo revocatorio presidencial. Debe hacer lo que dictan las normativas y bastante más porque en el Ejecutivo se niegan y los demás poderes se tongonean al ritmo de la Cumbia.


Frente a un gobierno que cedió a la tentación totalitaria no basta con el cumplimiento de los preceptos constitucionales. Hay que hacer más, mucho más y no se sabe si la oposición está en capacidad de hacerlo y, más complejo todavía, nadie sabe si serán acompañados por los que son sacudidos por la crisis asfixiante que se apoderó del país. Por allá en 1912, MoiseiOstrogorski advertía: “La función de las masas en democracia no es gobernar, sino intimidar a los gobernantes. La cuestión crucial es, una vez más saber si serán capaces de intimidar y en qué medida.”

Máscara democrática

Venezuela es un país con un régimen presidencialista. Sobre esa figura se cifran las esperanzas futuras y en ella también se puede expresar la crisis del país. Así, cualquier venezolano diría que Maduro es culpable de la presente realidad relevando de culpas mayores a otro que legó el camino. No importa, tienen razón en lo primero y deben buscar salidas.

La presencia en la Constitución del referendo contra los funcionarios públicos a mitad de su período persigue que los ciudadanos puedan destituirlos por malos gobernantes, por incapaces, por incompetentes, por corruptos, por la razón que corresponda según el criterio de cada quien. En el caso venezolano cualquier ciudadano puede tener alguna o todas esas percepciones.

Cuando los valores existentes en un gobierno están de vacaciones o nunca estuvieron presentes y, no tiene sentido de la responsabilidad y del buen obrar, hará lo indecible, cosa que hace, para mantenerse en el poder.

En ese escenario habría que considerar la existencia de un régimen psedodemocrático en el que si bien aparecen instituciones propias de las democracias como la competición electoral entre varios partidos o coalición de éstos y una supuesta división de poderes, sin embargo, la visión autoritaria se ve expresada con una superlativa presencia militar.

La bota deliberante

Las posibilidades de intimidación ciudadana al poder se ve seriamente comprometida porque el orden civil aparece disminuido por el papel deliberante de las Fuerzas Armadas. Este no es una circunstancia nueva ni derivada de los acuerdos entre civiles y militares en la era chavista. El desarrollo de una política institucional para el necesario control civil de las decisiones de gobierno que condujeran a la atenuación significativa de la presencia militar en la práctica política nunca concluyó o simplemente se abandonó reapareciendo formal e intensamente con la vigencia de la Constitución de 1999 y la presidencia del Chávez.

En esas condiciones, las aspiraciones civiles de carácter democrático no solo deben confrontar otro sector civil de orientación autocrática sino que las decisiones de Estado prácticamente deben recibir la bendición militar.

Queda entonces interrogarse si para impulsar una medida constitucional es suficiente cumplir con los requisitos y lapsos exigidos o también es necesario esperar la deliberación pretoriana sobre estos asuntos.

22-07-16




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